'Te quiero' y otras dudas

Hace poco me preguntaron: “¿por qué no dices te quiero?” !Mierda, me han pillado!, pensé yo, aunque tarde o temprano alguien iba a darse cuenta. Lo peor es que tenía que explicarme e intentar ordenar lo que pasa por mi cabeza, algo que ni yo entiendo. El tema es que no lo digo porque, siendo sincera, no sé si lo siento. O sea, sí, tengo cariño, aprecio, cercanía, a veces incluso dependencia afectiva, pero ¿eso es querer? Es que las veces que lo he dicho me ha sonado vacío, como si repitiese un diálogo aprendido. No era mentira, pero tampoco verdad. Un gris más en mi colección de grises.

Y de ahí la otra gran pregunta: ¿cómo se supone que uno sabe si quiere de verdad a alguien? Porque tampoco hay un manual ni un detector interno que suene cuando llegas a “el amor”. A quien me lo preguntó, le dije eso, y su respuesta fue: “no me dices te quiero pero sí que lo noto, por las cosas que haces”. Y ahí es cuando me rompo un poco por dentro y empiezo a darle vueltas: ¿hago las cosas porque quiero, por costumbre, por educación, para mantener una imagen de buena persona, o porque me lo enseñaron de pequeño, eso de tratar a los demás como te gustaría que te tratasen? Y no sé la respuesta. No sé si soy yo o si estoy interpretando a una versión aceptable de mí. No sé si estos gestos salen de mí o si son solo la forma que encontré para no decepcionar a nadie.

Y la verdad, estar a la altura de esos gestos me agota. Mi cabeza acaba creando unas expectativas respecto a lo que espera el otro difíciles de mantener. y ya no sé si actúo por mí, por el otro, o por algún fantasma de expectativa que ni siquiera reconozco. Y la gente se acaba acostumbrando a algo que no soy, o igual sí, no lo tengo claro. Me pregunto cómo se comporta uno sin analizar cada movimiento, sin pensar si esto me va a dejar en buen lugar o va a decepcionar. Porque yo lo hago siempre, como un hábito que no puedo soltar: peso pros y contras, imagino reacciones, anticipo posibles malentendidos, y al final me quedo paralizada, preguntándome si alguna vez he actuado de verdad sin ese filtro mental que lo complica todo. Y sé que estoy sobrepensando, otra vez (pero es mi blog y lo puedo hacer), y que sigo sin llegar a ninguna conclusión.

Para rematar, mi amiga quiere obligarme a decir “te quiero” a ver si así me lo acabo creyendo. Pero sinceramente, no creo que funcione así. No es cuestión de repetir una fórmula hasta que cale, como si los sentimientos se activasen por insistencia. Quizás algún día me salga decirlo sin que suene impostado, o quizá “lo siga demostrando”. Por ahora, supongo que me toca convivir con esa duda, y con la posibilidad de que, en mi caso, sentir, o al menos ponerle nombre, es más complicado de lo que parece.

Comentarios