Reseña: Literati, Barry McCrea

Literati es un libro que parte de una buena idea y una premisa atractiva, pero que, como he leído también en otras reseñas, no termina de desarrollar del todo bien su potencial ni de definir claramente sus propias líneas. Es de esos libros que parecen prometer mucho más de lo que finalmente entregan. ¡Vamos! El libro engaña: primero con la portada, que sugiere una época distinta a la que realmente corresponde la historia, y después con la sinopsis, que tampoco refleja con precisión de qué trata.

Lo poco que se cuenta sobre la trama —eso de que el protagonista se une a un grupo de amigos que siguen un extraño culto literario y usan pasajes al azar de libros para responder a todas las preguntas— suena, de entrada, muy sugerente. Da la impresión de que la novela va a moverse entre lo misterioso, lo intelectual y lo inquietante. Pero a medida que avanza la lectura, esa promesa se diluye. Por eso no termino de coincidir con las frases promocionales que califican a Literati como “una de las novelas más novedosas e intrigantes de los últimos años”. Esas etiquetas generan unas expectativas que el libro, en mi opinión, no logra cumplir del todo.

Ahí, creo, está el principal problema. Literati parece debatirse entre dos caminos que nunca terminan de encontrarse. Por un lado, la historia pretende mantener un aire enigmático, con ese grupo de jóvenes obsesionados con la literatura y el destino. Por otro, hay una intención más introspectiva, casi psicológica, que apunta a un tema mucho más universal: el vacío interior que muchos jóvenes sienten y la forma en que intentan llenarlo con cualquier cosa, solo para no sentirse perdidos. Parece buscar más una reflexión sobre la adolescencia y la juventud como etapas de confusión, necesidad de aprobación, búsqueda desesperada de pertenencia y lo difícil que puede ser ocultar la propia esencia.

Volviendo a la trama, hay momentos que consiguen atrapar y otros que se vuelven reiterativos. La historia, parece girar sobre sí misma sin avanzar demasiado. No me convenció del todo cómo se resuelve la salida del culto: me pareció una transición demasiado repentina. El periodo de “recuperación” posterior sí me gustó, aunque desde el inicio se deja claro que el protagonista va a recaer.

Aun con sus altibajos, reconozco que hay partes ágiles y que la lectura, en general, no se me hizo pesada. Hubo algo, más allá de mi necesidad de no dejar libros a medias,  que me hizo ir a por el final, necesitaba de entender. Pero al cerrar el libro, me quedé algo desconcertada, incluso un poco frustrada, me sentí tonta. No logré comprender del todo el final, ni el papel que juegan personajes como Pablo Virgómare o Keith Balfour, que parecen importantes pero quedan apenas esbozados.

Al final, ese ir y venir entre lo “intrigante” y lo “reflexivo” deja la sensación de que Literati quiere abarcar demasiado. Y, como dice el dicho, quien mucho abarca, poco aprieta. El libro insinúa más de lo que concreta: no llega a provocar una verdadera reflexión ni a sostener una atmósfera de misterio. Genera curiosidad, sí, pero no termina de conducir a un lugar claro, y cuando lo hace, el cierre deja la impresión de haberse quedado a medio camino. Aún así, hay algo en su narrativa que deja una pequeña huella, aunque no sé bien por qué.

Mmm... odio recomendar libros. Siempre me da pánico que a alguien no le guste lo que a mí sí. Pero para nada me atrevería a recomendar Literati. Creo que no es un libro para mucha gente. Pero si después de todo lo que he dicho te sigue llamando la atención, adelante: léelo, y luego cuéntame qué te pareció. Si te gustan los finales abiertos y extraños, puede ser para ti. O si estás pasando por un momento en el que te sientes perdido, o si sientes que estás tomando malas decisiones pero no sabes por qué no puedes dejar de hacerlo, es posible que te haga sentir un poco menos solo.

Y aunque antes mencioné que el proceso de recuperación del protagonista me gustó, también quiero aprovechar para decir —si aceptáis consejos de desconocidos— que intentéis no mentir a vuestro psicólogo. Es mucho mejor decir “no estoy preparado” o “ahora no quiero hablar de eso” que fingir o inventar. De verdad.

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