Héroes, Ray Loriga

Héroes es de esas novelas que cuesta explicar. Y no porque sea especialmente complicada, sino porque se mueve en un terreno raro: entre lo poético, lo existencial y lo colgado. Es una historia sin historia: no hay trama lineal, ni personajes que evolucionen, ni grandes revelaciones. Es un collage emocional, un vinilo lleno de chasquidos, pensamientos sueltos, música, drogas y una buena dosis de desidia. Un diario escrito desde una habitación cerrada, con las cortinas bajadas y David Bowie de fondo.

Podrías leer los “capítulos” en cualquier orden y entender igual. O no entender igual. Esa falta de linealidad es parte de su encanto, reflejando el caos en la mente del protagonista. “El ruido de mi propia cabeza rebotando me resulta tan familiar que casi me asusto cuando dejo de oírlo.” Loriga nos mete en la cabeza de un chico sin nombre que, harto del mundo, decide encerrarse. Desde ahí piensa, divaga, se desespera y se ríe un poco de todo. El libro suena como el eco de una mente que no puede parar.

Loriga no intenta contarte una historia coherente, sino hacerte sentir esa mezcla de cansancio, lucidez y desorientación. Esa sensación de estar vivo y no saber muy bien qué hacer con eso. De estar atrapado en una juventud que no avanza, pero tampoco termina.

La voz del protagonista tiene ese punto de sarcasmo que se tiene a los dieciséis, cuando piensas que el mundo está roto y que los adultos simplemente se han rendido. “Si hay algo que odio es que me digan que lo que me pasa a mí le pasa a todo el mundo; es como si todos acertáramos al mismo tiempo en la ruleta.” Y entonces surge esa pregunta : ¿por qué parece que todos avanzan, incluso los que ya se rindieron, y yo no?

Héroes huele a cigarrillos apagados, a cerveza caliente y a juventud desorientada en los 90. A chicos que no creen en nada, pero que siguen escribiendo canciones porque todavía les queda un poco de esperanza. “No es nada personal, sólo estamos disparando contra todo lo que se mueve”, dice uno de los fragmentos, y creo que resume bien el espíritu del libro.

No te voy a mentir: puede resultar agotador. Es repetitivo, errático, y a ratos parece que no va a ninguna parte. Pero puede que algunas frases se te queden grabadas. No es una novela al uso. Puede dejarte pensando o dejarte indiferente, incluso un poco frío. Es una ruleta rusa, que no en todos acierta.

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